Cada 2 de abril, en el mundo se conmemora el día de concienciación sobre el autismo. Esta iniciativa de las Naciones Unidas se propone sensibilizar a la población y reconocer los derechos y libertades de las personas con este diagnóstico. Históricamente, el estudio del autismo ha enfocado en los retos relacionados con el comportamiento, la cognición, la socialización y la comunicación, dando relevancia a las dificultades que los individuos deben sortear día tras día.
Sin embargo, hay un grupo de estudios que, en menor proporción-, analizan las ventajas los cerebros con trastornos del espectro autista (TEA). Por ejemplo, se ha comprobado que los individuos con autismo pueden ser más hábiles para reconocer una forma sencilla dentro de un diseño complejo, organizar bloques de diversas formas y colores, o encontrar un objeto en un ambiente visual saturado. Este tipo de habilidades se han logrado detectar incluso en cerebros de bebés de 9 meses, con señales tempranas de TEA.
De acuerdo con especialistas, estas capacidades estarían relacionadas con el ruido neuronal (neural noise, término original en inglés). Así se ha denominado a las oscilaciones aleatorias en la actividad neuronal, un fenómeno que sucede en el cerebro y que es similar a las variaciones en la amplitud de las frecuencias sonoras que percibimos.
Este ruido neural es constante y se añade a la actividad cerebral generada por estímulos visuales, auditivos, olfativos y táctiles. Esto implica que un estímulo repetido varias veces en el cerebro no generará la misma reacción cada vez; de hecho, la reacción a un estímulo único o suceso varía de forma continua, así como la actividad cerebral puede incrementarse o disminuirse.
¿Y qué tiene que ver el ruido neuronal con el autismo?
Un grupo de expertos de la Universidad de Canberra ha adelantado un estudio sobre el tema, cuyos hallazgos se publicaron en Frontiers. En un artículo publicado en The Conversation señalan que, el ruido neuronal no proviene de una única fuente sino todo lo contrario. Existen numerosos orígenes del ruido neural en el cerebro, tales como la excitación y posterior relajación de las neuronas, variaciones en los niveles de atención y alerta, y procesos bioquímicos a nivel de las células, entre otros factores.
El cerebro de una persona no autista (alístico) posee sistemas para regular y beneficiarse de este ruido. Un ejemplo es cómo las células del hipocampo (parte del sistema de memoria cerebral) utilizan el ruido neural para optimizar la codificación y recuperación de recuerdos. En el caso de las personas con TEA, as pruebas de alto ruido neural en el autismo se manifiestan en los registros de electroencefalografía (EEG), donde se detectaron incrementos en las fluctuaciones neuronales de niños autistas. Esto implica que su actividad neuronal es más impredecible, con una mayor variabilidad (altos y bajos más pronunciados) frente al mismo estímulo.
Dicho de otra forma, si se analizan las respuestas del EEG como si fueran ondas sonoras, típicamente observaríamos fluctuaciones leves (en términos de amplitud) en cerebros no autistas al recibir un estímulo. Sin embargo, los cerebros de personas autistas muestran fluctuaciones más marcadas, lo que señala una mayor amplitud de ruido neural.
En el estudio mencionado y llevado a cabo en 2023, los científicos indagaron sobre el ruido neuronal y cómo influye en el rendimiento cognitivo, centrándose en la detección de letras entre participantes con diversos niveles de rasgos autistas. La investigación, que combinó metodologías de laboratorio y online, puso a prueba la capacidad de los sujetos para identificar letras en medio de un ruido visual estático de intensidad variable.
Este estudio añadió un elemento innovador al evaluar cómo el ruido visual interactúa con el ruido neural innato de los participantes. Los resultados preliminares indican que aquellos con menores rasgos autistas o menos ruido neural interno mejoraron en las tareas bajo ciertas condiciones de ruido visual, lo que podría estar en consonancia con la teoría de la resonancia estocástica. Sin embargo, el hallazgo más revelador fue que los participantes con mayores rasgos autistas, y por ende mayor ruido neural, no experimentaron mejora con el ruido visual adicional. De hecho, demostraron un rendimiento excepcionalmente alto en entornos de baja interferencia visual.
(A) Ejemplo de la progresión en el procedimiento de escalera con la letra estímulo ‘A’. La imagen (d) ilustra un ejemplo cuando la letra A está cerca del umbral visual. (B) Ejemplo de un estímulo presentado con diferentes tipos de ruido de fondo (Marrón a la izquierda versus Rosa a la derecha) para la tarea principal. En el entorno experimental, las letras se mostraban con intensidades más bajas. Fuente: Frontiers.
Este hallazgo plantea la posibilidad de que el ruido neural, a menudo considerado como un obstáculo en el autismo, podría en realidad aportar beneficios cognitivos, tal vez a través de un efecto intrínseco de resonancia estocástica. Si bien el estudio no contó con participantes diagnosticados clínicamente con autismo, sus resultados apoyan la idea de que el autismo puede traer ventajas cognitivas no anticipadas, cuestionando las concepciones convencionales y abriendo caminos innovadores para la investigación en neurociencias.
*El artículo original puedes encontrarlo haciendo clic aquí.