Las personas con síndrome de Down (trisomía 21) experimentaron un notable aumento de la esperanza de vida durante el siglo XX, pues más del 90% de los nacidos con esta condición superan los 10 años y tienen una esperanza de vida de casi 60 años. Los cambios en la esperanza de vida también pueden estar asociados a una mayor inclusión en la sociedad general, la interrupción de la institucionalización en centros psiquiátricos y una mejor atención médica.
Pese a ello, las personas con síndrome de Down experimentan un mayor riesgo de padecer muchas enfermedades concurrentes, como defectos cardíacos congénitos, afecciones autoinmunes, trastornos del espectro autista y enfermedad de Alzheimer. Por otro lado, las personas con síndrome de Down tienden a presentar niveles más bajos de hipertensión y ciertos tipos de cáncer.
Al respecto, una investigación publicada en Nature Genetics descubrió que los genes que controlan el sistema inmunitario son fundamentales para el desarrollo de múltiples características de esta anomalía. Para los realizadores, los hallazgos contribuyen al creciente número de investigaciones sobre el importante papel del sistema inmunitario en la aparición y gravedad de algunos de los efectos negativos para la salud de la trisomía 21, apoyando la idea de que restablecer el equilibrio inmunitario podría ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas con esta afección.
¿Qué tipo de genes se identificaron y cómo se involucran con el síndrome de Down?
En la investigación, los genes detectados codifican a los receptores de interferón, una parte importante de la defensa antivírica del sistema inmunitario. Estos genes permiten a nuestras células reconocer un conjunto de proteínas llamadas interferones, que las células infectadas por virus producen para alertar a las células aún no infectadas que las rodean sobre la presencia de un virus durante una infección.
Si bien los interferones desencadenan una respuesta inmunitaria beneficiosa contra las infecciones víricas, la hiperactividad crónica de los interferones podría tener efectos perjudiciales. De hecho, otros estudios sobre el tema han confirmado que el exceso de estas sustancias es perjudicial en afecciones médicas como el lupus eritematoso sistémico, un grupo de trastornos genéticos conocidos como interferonopatías y los cuadros agravados de covid-19.
En particular, cuatro de los seis genes receptores de interferón humanos se encuentran en el cromosoma 21. Dado que las personas con síndrome de Down tienen tres copias del cromosoma 21, también tienen tres copias de los genes receptores de interferón, fenómeno que contribuye a la sobreproducción de receptores que ocurre en quienes tienen el síndrome.
Adicionalmente, utilizando edición CRISPR se redujo el número de genes receptores de interferón de tres a los dos típicos, dejando intactos todos los demás genes triplicados. Durante la corrección del número de genes también se minimizaban los patrones anormales de expresión génica en múltiples tipos de tejidos en modelos animales. Esto se observó en el desarrollo embrionario y en las etapas adultas.
Tras los cambios génicos, se presentaban respuestas inmunitarias más reguladas, un desarrollo cardiaco normal, menos retrasos en el desarrollo, un mejor rendimiento en tareas de memoria y aprendizaje e incluso una morfología craneal y facial más típica. Tal y como explicaron los desarrolladores del estudio, los hallazgos sugieren que la triplicación de los genes receptores de interferón puede causar una serie de rasgos clave del síndrome de Down.
Los resultados del estudio también respaldan la realización de nuevas investigaciones sobre los efectos de la hiperactividad del interferón en el desarrollo fetal de forma más general. Dos de los rasgos clave del síndrome de Down que se vieron afectados por la triplicación de los receptores de interferón, las cardiopatías congénitas y la forma facial y craneal, se desarrollan en el útero.