El 3 de abril de 2024 asumí el reto de intervenir en la Nueva EPS, una entidad con más de 11,4 millones de afiliados que atiende poblaciones en veredas, municipios pequeños y grandes ciudades. Como heredera del Seguro Social, incluye una alta proporción de población pensionada y sus familias, lo que conlleva una significativa carga de enfermedades crónicas.
La intervención fue motivada por quejas, tutelas, y el deterioro financiero reflejado en pérdidas de 423.000 millones de pesos en el año 2023. Sin embargo, los problemas iban mucho más allá de las cifras iniciales. Apenas unos días después, el 8 de abril, informé a los accionistas sobre la existencia de más de 12 millones de facturas no reportadas en la contabilidad, acumulando un valor de 5,7 billones de pesos. Este hallazgo elevó las pérdidas acumuladas para 2023 a más de 5,2 billones de pesos.
El análisis de los resultados financieros reveló inconsistencias significativas en los resultados publicados en años anteriores (2019-2023), a pesar de la certificación de firmas como KPMG y Deloitte Touche. Estos hallazgos no solo desvirtúan las cifras oficiales, sino que también exponen una deuda real mucho mayor con clínicas y hospitales, respaldando las afirmaciones de asociaciones como la ACHC y ACESI, quienes han señalado durante años la existencia de deudas billonarias.
El impacto de estas irregularidades no es solo financiero, sino también profundamente humano. La gestión deficiente en salud ha generado malos resultados representados en altos índices de enfermedades crónicas no controladas, diagnósticos tardíos de cáncer y una limitada capacidad tecnológica y de recursos humanos en atención primaria. Las consecuencias son devastadoras: hospitalizaciones evitables, complicaciones graves en pacientes crónicos, y diagnósticos que llegan tarde, poniendo en riesgo la vida y bienestar de los afiliados.
Para abordar esta crisis, definí 12 líneas de trabajo enfocadas en la gestión de la salud, la financiera, la operativa, y la legitimidad de la entidad. Estas incluían el fortalecimiento de la infraestructura de salud en todo el territorio, la recuperación de talento humano, la incorporación de tecnología avanzada, la transformación de la contratación para eliminar monopolios en servicios de salud, y la creación de un gobierno corporativo representativo y transparente.
No obstante, enderezar un sistema en tan solo seis meses fue una tarea imposible.
Hoy, más que nunca, considero que como sociedad tenemos la oportunidad y la madurez necesaria para reflexionar y construir un sistema de salud que supere el ánimo de lucro, priorizando el bienestar de los ciudadanos y su derecho a la mejor salud posible.