Las necesidades en salud mental de los niños y adolescentes requieren una mirada especial desde los sistemas de salud, ya que se proyecta una tendencia creciente en las atenciones. Así lo reveló una investigación realizada por la Universidad de Exeter y la Universidad de Cambridge, una de las primeras en analizar los datos sobre estas condiciones en la población mencionada.
Esta revisión se llevó a cabo sobre 51 estudios que analizaron el impacto de la pandemia sobre la salud mental en distintas áreas, las más relevantes entre los niños y jóvenes. El factor diferencial de la investigación fue la recopilación de datos de referencia obtenidos antes de la crisis sanitaria por covid-19, en lugar de recurrir a percepciones retrospectivas que todavía no están confirmadas; de ellos, solo cuatro estudios fueron clasificados de alta calidad.
Según el artículo publicado en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry, los hallazgos sugieren deterioro en la salud mental en ciertos aspectos; en algunos casos, contradictorios pero sin mostrar un patrón claro. En general, se detectaron alteraciones de comportamiento, nuevos diagnósticos de ansiedad o problemas con la gestión de emociones, pese a que no todos los estudios evaluados confirmaban el incremento en estos fenómenos.
Los niños y los jóvenes deben tener prioridad en la recuperación de la pandemia, en las necesidades de salud mental y ser considerados explícitamente en la planificación de cualquier respuesta futura.
Asimismo, los resultados insinúan una nueva evidencia: los efectos de la pandemia sobre la salud mental no serían universales entre los niños, adolescentes y jóvenes sino que dependerían de sus contextos y circunstancias particulares. No obstante, de acuerdo con los expertos, un mínimo cambio en los síntomas de salud mental de cada niño o joven puede significar que, a nivel social, un gran número de niños pase de estar bien a necesitar algún tipo de apoyo profesional.
Si bien los hallazgos proporcionan información notable, el equipo investigador destaca que los datos suelen ser difíciles de interpretar, puesto que los problemas en salud mental son más frecuentes en la adolescencia que en la infancia y, además, también son evaluados desde la perspectiva del desarrollo biológico. La mayor dificultad es identificar hasta qué punto los impactos negativos encontrados son el resultado de que los niños de los estudios se hacen mayores o están realmente relacionados con la pandemia.
“Necesitamos urgentemente hacer más por nuestros jóvenes que luchan con su salud mental, para entender el impacto en ellos y sus familias, para dirigir el apoyo donde se necesita. A largo plazo, los investigadores, los financiadores y los responsables políticos deberían adoptar un enfoque más cohesionado para apoyar y realizar investigaciones de alta calidad”, mencionó la autora principal del estudio, la Dra. Abigail Russell.