Reflexiones sobre el Nihilismo Médico – Parte 2

Compartimos la segunda parte de Reflexiones sobre el Nihilismo Médico, una columna del Dr. Luis Eduardo Pino Villarreal MD. MSc. MBA
Reflexiones sobre el Nihilismo Médico - Parte 2
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La intersección entre los conceptos de hecho y valor se encuentra en el mismo terreno de lo objetivo y subjetivo. La medicina es un arte tecnológico que involucra a los dos componentes, sin embargo, los médicos intentamos “blindar” el componente subjetivo mediante lo que entendemos como ciencia, la cual pretende apartar al ejercicio clínico de la arbitrariedad y el empirismo.

Bajo esa falsa dicotomía analítica del mundo en el cómo es(el hecho, “la verdad”) y en el cómo debería ser (el valor) se piensa que los médicos debemos asumir las decisiones sobre inverosímiles factibilidades de suma cero. Eso no es verdad. Los médicos debemos integrar elementos epistémicos que nos orienten respecto al componente objetivo, es decir, no es responsabilidad del médico que la molesta “evidencia” sea altamente falible y engañosa, sino la de interpretarla y tomar decisiones sin el análisis de contexto de la misma.

Con esto no me refiero a aquel reduccionista capítulo llamado análisis crítico de la literatura, ya que la significancia estadística actual hace parte de la misma objetividad que estamos criticando, me refiero a la inclusión de otras perspectivas en las decisiones que se toman y ejecutan, incluyendo sin duda alguna la del paciente, aquel individuo al que frecuentemente marginamos de las responsabilidades, aquel ser al que volvemos sujeto pasivo y no activo en este coctel de incertidumbres.

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Hemos navegado en las aguas de las metodologías frecuentistas en medicina cuando somos un escenario bayesiano. Las agencias regulatorias por otro lado toman decisiones con desenlaces mediocres como tasas de respuesta o sobrevida libre de progresión (en oncología) derivados de una metodología clásica, cuyos aportes distan mucho de ser una promesa cumplida en la vida real.

En medio de semejante tormenta, quienes tomamos las decisiones finales solo vemos una parte del panorama y al final del día entramos en la postura mecanicista de la formulación basada en la aprobación, con muy poco tiempo para evaluar nuestros resultados a largo plazo ya que tras cada recaída asumimos una nueva línea de terapia hasta que llega el final o hasta que el paciente es derivado a otra clínica.

Debemos encontrar catalizadores de esta situación en elementos de la filosofía pragmática. Exploremos los conceptos de falibilismo y antiescepticismo sin temor, entendamos que nuestra práctica dista de ser la verdad y que en muchos casos lo que hacemos es resolver necesidades subjetivas más que transformar escenarios de la más alta complejidad biopsicosocial. Fuimos nosotros quienes nos dejamos transferir elementos mágicos después de las pandemias medievales y estamos lejos de tenerlos.

Las nuevas capacidades del médico del siglo XXI incluyen la lectura del contexto, la comunicación asertiva, la inteligencia colaborativa y la creatividad; estas son claves no solo para analizar el elemento fáctico, sino para integrar el mecanismo holístico de la enfermedad en nuestras decisiones, para asumir nuestros “fracasos” con dignidad y especialmente para educar a nuestros pacientes en que lo que parecen verdades categóricas no existen pero en que sí podemos transitar con ellos las ventiscas de la incertidumbre que algunos pretenden llamar salud.

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