CORRÍAN LAS PRIMERAS SEMANAS DEL 2020 Y EN EL SISTEMA DE SALUD COLOMBIANO…

'Esta época es buena para detenerse a mirar las tendencias y corrientes que pueden marcar al sistema de salud colombiano durante el 2020' Gustavo Morales.
CORRÍAN LAS PRIMERAS SEMANAS DEL 2020 Y EN EL SISTEMA DE SALUD COLOMBIANO
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Esta época es buena para detenerse a mirar las tendencias y corrientes que pueden marcar al sistema de salud colombiano durante el 2020.

Para empezar por lo positivo, hay que aplaudir que el 2020 comenzó con un problema menos para el gobierno: el paro nacional. La marea colorida y emocionante y multitudinaria de noviembre de 2019, donde básicamente se pedía que no mataran más niños, que se cumpliera el acuerdo de paz, y poco más, quedó reducida, por culpa de los autodenominados líderes del paro, a un lánguido y esmirriado movimiento, como las gaseosas a las que ya se les salió todo el gas y no saben a nada o saben muy feo. Esos líderes parecían más bien infiltrados cuyo propósito era quitarle al paro toda su fuerza. Si tal era el objetivo, tuvieron un éxito total. Al transformar el clamor ciudadano en favor del acuerdo de paz y el respeto a la vida en una interminable lista de absurdas peticiones sectoriales, desinflaron cualquier entusiasmo popular espontáneo.

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En el capítulo de salud, que no fue un asunto central de las marchas del pasado noviembre, estos líderes se aparecieron con un listado incoherente de pequeños reclamos, a todas luces una sumatoria de pequeños favores a cada grupúsculo de interés que pudieron encontrar. Muchos de esos reclamos, por cierto, no eran propios de un gran movimiento popular de masas; algunos incluso se alineaban a la letra -por poner un ejemplo- con los intereses y reclamos de la industria farmacéutica multinacional (¡Ver para creer!) o iban en contra de la salud de los más pobres. Si lo sucedido con la salud en ese vergonzoso pliego de exigencias es una buena muestra de lo que pasó en los demás sectores, ya se entiende por qué el pasado 21 de enero sólo salieron a las calles unos cuantos desocupados y los vándalos de siempre.

Aunque el paro ya no existe en la realidad real, si sigue existiendo en cambio en el imaginario distorsionado de algunos altos funcionarios del Estado, que ya cayeron en la trampa de creer que la forma de desactivar el desvanecido paro es proponiendo medidas populistas que, por cierto, nadie estaba pidiendo. Por ejemplo: en medio de las novenas navideñas, el gobierno impulsó, dentro de la reforma tributaria, una reducción de los aportes que hacen el grueso de los pensionados al sistema de salud. Nunca nadie en ninguna marcha pidió eso. Y ahora, gracias a esta populista e innecesaria medida, el sistema de salud se enfrenta a un nuevo hueco que el gobierno no sabe aún cómo va a tapar. Por contraste, nadie propuso o impulsó una sola medida para apoyar a los millones de adultos mayores que no tienen el más mínimo ingreso para sortear su vejez y que, ellos sí, tendrían sobradas razones para protestar. Ojalá con este error el gobierno haya ya completado la totalidad de la inevitable cuota de respuestas populistas a un paro que, queda dicho, ha dejado de existir.

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Renuncia deL dr. Juan pABLO uRIBE, Exministro de salud

Entretanto: ha pasado más de un mes desde que renunció Juan Pablo Uribe al Ministerio de Salud y Protección Social. Se fue en medio del ruido y las distracciones de las fiestas decembrinas, y no hubo oportunidad ni siquiera de darle las gracias por una buena gestión, en la que se dejaron cristalizados los cimientos normativos para importantes reformas en el sector salud, plasmados principalmente en el Plan de Desarrollo que se aprobó a mediados del 2019.

Han corrido todo tipo de rumores sobre las razones de su partida, pero yo creo que la verdadera es la más obvia: ejerció el Dr. Uribe el derecho fundamental al libre desarrollo de la personalidad y el derecho aún más fundamental a hacer lo que uno quiera con su vida. No es descartable, sin embargo, que en su decisión haya tenido algún peso, no menor, lo que a tantos buenos funcionarios desmotiva y asusta: la injerencia, el acoso, y la intromisión chantajista permanente de la Procuraduría y la Contraloría. La salida del ministro Uribe puede ser la primera de una desbandada de buenos funcionarios del sector salud que ya no aguantan la persecución de estas entidades tras cada medida buena y sana que toman en beneficio de los usuarios del sistema.

INCERTIDUMBRE en el sistema de salud

El sector salud vuelve entonces a un cierto nivel de incertidumbre sobre la orientación que se le dará en lo que resta del gobierno Duque. El ministro encargado, el Dr. Iván González, no se ha quedado cruzado de brazos, y en estas semanas ha tomado medidas (control de precios, decreto de afiliaciones, inclusión del cáncer en los mecanismos de compensación de las enfermedades de alto costo), que demuestran que la institucionalidad del Ministerio de Salud es lo suficientemente fuerte como para tolerar unas cuantas semanas de interinidad.

No deja de causar preocupación, sin embargo, que el Ministerio de Salud y sus entidades adscritas, después de años en que los gobiernos respetaron su carácter técnico, y por lo tanto facilitaron su fortalecimiento y la creación de una burocracia interna altamente calificada, esté ahora de nuevo, como en las viejas épocas, convertido en una pieza más del ajedrez político.

No hay nada intrínsecamente malo en el hecho de que los ministros sean nombrados bajo la lógica de grandes acuerdos políticos. En España, el presidente Sánchez se tomó meses en concertar un acuerdo con otros partidos para que estos ingresaran al gobierno, en el marco de unos pactos programáticos ampliamente difundidos y minuciosamente negociados. Pero ese no parece ser el caso actual en Colombia. Aquí, prácticamente llegando a la mitad del Gobierno Duque, no tiene sentido siquiera pensar en grandes pactos políticos para ejecutar cabalmente un programa de gobierno. El momento para eso era agosto de 2018, o en el peor de los casos, febrero de 2019, cuando arrancó la discusión política sobre el Plan de Desarrollo. Pero ahora, el sabor que queda es que lo que se negocia son meras tajadas burocráticas, y la repartición de los contratos y el presupuesto, para garantizar mayores apoyos en el Congreso. Yo quiero creer que eso no es cierto, y aun le creo al presidente Duque cuando dice que no está acudiendo a la famosa “mermelada” para conseguir apoyos, pero las percepciones son a veces tan contundentes como las realidades, y esa es la percepción que va quedando.

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Si entran nuevos partidos al gobierno, tiene que ser para ejecutar e implementar el programa de gobierno que ganó en las urnas, y que se plasmó en el Plan de Desarrollo. Los líderes de partidos que pretenden ahora imponer una nueva visión, derrotada en las urnas, no deberían tener un espacio que no se ganaron el día de las elecciones. Y, pensándolo bien, ¿Para qué necesita el gobierno más apoyos en el Congreso? Ya le aprobaron el Plan de Desarrollo y la reforma tributaria que necesitaba. Si los demás proyectos que presente no se defienden por sus propios méritos, quizá es mejor no aprobarlos; y si son buenos y no se los aprueban, el gobierno tiene formas de hacer saber a la opinión pública ese comportamiento legislativo irresponsable.

Si el sector Financiero, o el sector Comercio Exterior, o el sector Minas y Energía, han logrado estar por fuera del ajedrez político, ¿Por qué no puede pasar lo mismo con el sector salud? Esos sectores se han caracterizado por su gran estabilidad política y regulatoria, y por eso los actores privados que en ellos participan, en medio de grandes turbulencias externas, conocen sus reglas básicas de juego y pueden apostarles a inversiones de largo plazo con tranquilidad.

El problema no es pues, que haya interinidad durante algunas semanas a la cabeza del órgano rector del sector salud. El problema es que la forma como quiere resolverse esa interinidad es la peor de todas las formas posibles: se percibe que el Ministerio se ha vuelto una ficha más, muy preciada, por cierto, en el tire y afloje del gobierno con sectores que quieren llegar a hacer lo que los votantes no quisieron que hicieran. No importa que llegue al gabinete un Ministro de Salud que ha sido político de carrera, o un académico con todas las credenciales, o un líder reconocido de instituciones del sector. Lo que importa es que llegue a dar un mensaje de estabilidad y ejecución de lo ya acordado por los políticos durante el 2019. Lo contrario le haría un daño tremendo al Sistema, que no aguanta un debate más sobre cuál debe ser su mejor estructura.

Recordemos que, a la vuelta de la esquina, en el 2022, llegará un nuevo gobierno, que, por las leyes de la física política, puede muy bien ser de signo político contrario al del actual gobierno. En ese momento, tendrá lógica y sentido una nueva discusión sobre la estructura básica de nuestro Sistema de Salud. ¿Para qué darla antes? Ni el presidente prometió en campaña una reforma estructural, ni es este el momento para abrir esa discusión.

Con las reglas sobre el acuerdo de punto final, y el establecimiento de incentivos para reconocer los buenos resultados en salud por parte de prestadores y aseguradores, el presidente Duque cumplió buena parte de sus promesas de campaña relacionadas con este sector. Pero el pan se puede quemar en la puerta del horno, si estas y otras medidas no se reglamentan e implementan con rigor técnico y mucha atención al detalle. Volver a la mesa de diseño para repensar de nuevo la arquitectura básica del sistema, frenaría esa implementación, y de hecho, frenaría muchos otros procesos corporativos, empresariales, innovadores y de crecimiento dentro del Sistema.

Por ejemplo:

Al momento de escribir estas líneas, el sector discute con las autoridades los detalles técnicos más específicos sobre cómo se va a implementar el novedoso mecanismo para reconocer y pagar los servicios y tecnologías que están por fuera del plan de beneficios. Pero si en unas próximas semanas, se plantea una reforma de las llamadas “estructurales” que, por ejemplo, modifique el papel de las aseguradoras, o la forma en que se relacionan los prestadores y el pagador estatal, este mecanismo podría quedar obsoleto. ¿Tiene sentido tirar por la borda tantos meses de trabajo, en este momento preciso del gobierno Duque? Se haría un tremendo daño el presidente, y le haría tremendo daño al sistema. La intuición que él ha tenido hasta ahora sobre cómo manejar el Sistema de Salud ha sido la correcta; no tiene por qué cambiarse en este momento.

Por lo demás, estas discusiones de reglamentación e implementación no son meramente mecánicas o de “carpintería”. Requieren, a la cabeza de la cartera de salud, una persona con visión, entendimiento de las complejidades conceptuales, y capacidad de liderar discusiones interinstitucionales del más alto nivel. Para seguir con el mismo ejemplo: ¿Los presupuestos máximos con los cuales, por mandato de la ley, se va a manejar de ahora en adelante el ámbito que está por fuera del plan de beneficios deben considerarse una prima, y por lo tanto un ingreso propio de las EPS, o éstas fungirán como meras administradoras de un recurso público? Las implicaciones de una u otra alternativa son infinitas, y hacen la diferencia entre llegar al polo norte o al polo sur. Por ello no es hora de poner al mando del sector a Adanes o Evas que inauguran una vez más el mundo. Es mejor poner a líderes que entienden el momento del gobierno y del sistema, respetan lo hecho, y construyen con visión sobre lo ya construido.  

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