Brasil, México y Colombia soportan los mayores costos financieros por efectos de las enfermedades cardiacas, según señala un estudio de la consultora Deloitte Access Economics efectuado en nueve países latinoamericanos.
Brasil, con 17.300 millones de dólares; México, con 6.100 millones y Colombia con 2.400 millones (6,4 billones de pesos), son los países de la región con los mayores costos financieros por enfermedades cardiacas. A ellos le siguen Venezuela (1.700 millones de dólares), Chile (1.400 millones), Perú (900 millones), Ecuador (615 millones), Panamá (300 millones) y El Salvador (200 millones).
El estudio calculó el costo de las afecciones en estos países de Latinoamérica (ataques del corazón, insuficiencia Cardíaca, fibrilación e hipertensión) en más de USD30.9 mil millones de dólares en el 2015. La investigación de Deloitte sostiene que las enfermedades cardiacas son la principal causa de muerte en la región.
Entre los factores de riesgo más comunes de las enfermedades cardiovasculares se encuentran el historial familiar, el origen étnico y la edad, además de otros factores de riesgo que se pueden corregir y tratar como lo son la exposición al tabaco, la alta presión sanguínea o hipertensión, el colesterol alto, el sobrepeso o la obesidad, la falta de actividad física, la diabetes, dietas no saludables y el consumo dañino de alcohol.
El estudio pretende “brindar ayuda” a los responsables de elaborar políticas sanitarias y al personal especializado, con una información sobre la carga financiera y la importancia de la prevención y el diagnóstico oportuno para garantizar una atención adecuada y minorar los costes para el sistema sanitario.
CASO COLOMBIANO
Las cuatro enfermedades cardíacas que más se presentan en Colombia son: Insuficiencia Cardíaca (HF), Infarto de Miocardio (MI), Fibrilación Auricular (AF) e Hipertensión (HTN), que le costaron $6,4 billones de pesos a la economía colombiana.
Esa cifra es la suma presupuestar que se dedicó a la atención de 5,6 millones de personas que padecen estas patologías, la morbilidad, la mortalidad prematura, los costos para el cuidador y la pérdida de productividad, ausentismo, menor participación de la fuerza de trabajo, mortalidad prematura y costos de atención informal.
Una de cada seis colombianos (17,1% de la población) está afectada por una condición cardiaca, su atención representa una pérdida de 0,3 puntos porcentuales del Producto Interno Bruto (PIB), y el 6,6% de los costos del sector de la salud. Cabe recordar que el hueco del sistema de salud en su conjunto es hoy en día de $ 5 billones.
En Colombia 647.853 personas tienen Insuficiencia Cardíaca y la edad promedio de un individuo es de 61 años. De las cuatro enfermedades, el Infarto de Miocardio (MI) representó el mayor costo financiero con $3,4 billones de pesos; seguido de la Insuficiencia Cardíaca (HF) con $1,7 billones de pesos; la Hipertensión (HTN) con $764.200 millones de pesos y finalmente la Fibrilación (AF) con $578.800 millones de pesos.
Los costos de la atención de estas enfermedades cardíacas fueron pagados por el Gobierno, los aseguradores privados y los individuos, mientras que las pérdidas de productividad fueron asumidas por los individuos, los gobiernos -en la forma de ingresos fiscales perdidos- y la familia o amigos que, en muchos casos, redujeron su trabajo para proporcionar cuidados a los enfermos.
UNA ENFERMEDAD PREVENIBLE
Todos los años, aproximadamente 89,6 millones de personas en Latinoamérica (27,7% de la población adulta de la región) son diagnosticadas con cardiopatías. En Latinoamérica la prevalencia de factores de riesgo como la hipertensión es muy alta y hay menos recursos para combatir las enfermedades, lo que agrava la carga en la vida de los pacientes y los presupuestos nacionales para los cuidados de salud.
La investigadora jefe del estudio, Lynne Pezzullo, afirmó que las condiciones para la prevalencia de enfermedades cardíacas han aumentado, entre otras causas, por el crecimiento en edad de la población. También por el aumento de factores de riesgo como el sobrepeso, la obesidad y la falta de ejercicio, añadió la especialista, que se enfoca más en el aspecto de la prevención para reducir los riesgos de morbilidad que llevan consigo tales trastornos.
Un tipo de prevención “primaria” es la capacitación sobre hábitos nocivos como fumar, la intervención “secundaria” tiene que ver con el tratamiento temprano de la enfermedad y una asistencia terciaria es el tratamiento en clínicas especializadas.
Las probabilidades de muerte de un paciente cardiaco “son más altas cuando no hay un manejo adecuado de lo sugerido en las etapas dos y tres de prevención”, consideró la investigadora. Por eso, “la idea es gastar más en prevención para ahorrar los altos costo del cuidado terciario”, puntualizó Pezzullo al precisar que la mayoría de las personas que han padecido de insuficiencias cardíacas, también ha adolecido primero de hipertensión arterial.
“Aunque la insuficiencia cardíaca también puede darse debido a otros factores, como la apnea del sueño o como un efecto secundario de algunas terapias contra el cáncer, los principales factores de riesgo son los mismos que para otras enfermedades del corazón: alto índice de masa corporal, presión arterial elevada, colesterol alto, consumo excesivo de alcohol y falta de ejercicio”, agregó.
“La buena noticia es que estos factores son todos modificables con una mejor dieta y actividad física, por lo que la gente puede evitar las enfermedades del corazón mediante la reducción de sal, grasa, azúcar y calorías, y también haciendo ejercicio de 3 a 4 veces por semana de 30 a 45 minutos de forma vigorosa, es decir, con una frecuencia cardíaca notablemente elevada”, subrayó.
El estudio también aconseja métodos de asistencia sanitaria como la telemedicina y el soporte telefónico estructurado a pacientes.”Esto es muy útil en las áreas rurales, particularmente, donde el acceso a doctores y medicinas es más bajo que en las ciudades, lo que puede salvar vidas en situaciones críticas o de emergencia”, sostuvo Pezzullo.
Estos modelos de cuidado requieren de algunas inversiones para establecerse en un principio, pero luego pueden convertirse en un ahorro frente a los altos costes de hospitalizaciones y medicinas.
“Lo más importante es que pueden aliviar la carga de los familiares que cuidan a los enfermos y mejorar la calidad y la esperanza de vida de las personas con insuficiencia cardíaca u otras enfermedades crónicas”, añadió.
Fuente: EFE