“La memoria es un animal huidizo que se esconde en los rincones más oscuros del cerebro.”
Rafael Pérez Gay
Rafael Pérez Gay (Ciudad de México, 1957), ese caballero de la prosa elegante y el intelecto afilado., con la valentía de un explorador adentrándose en territorio desconocido, nos entrega en “El cerebro de mi hermano” (Planeta, 2013) un mapa desgarrador y a la vez luminoso del laberinto que supone la enfermedad y la pérdida.
Pérez Gay, un hombre que ha dedicado su vida a desentrañar los misterios de la literatura francesa, a navegar por las procelosas aguas del periodismo cultural y a iluminar con su pluma los recovecos más fascinantes del siglo XIX mexicano, nos regala ahora una obra profundamente personal, un viaje al corazón del dolor y la pérdida.
En “El cerebro de mi hermano”, Pérez Gay se despoja de su habitual erudición para mostrarnos su alma desnuda, vulnerable, ante la enfermedad que consume a su hermano José María. Con una honestidad que conmueve y estremece, el autor nos lleva de la mano por los pasillos de un hospital, convertidos en metáfora del laberinto existencial que enfrenta ante la inminencia de la muerte.
Aunque Rafael Pérez Gay no menciona explícitamente el nombre de la enfermedad neurodegenerativa que padecía su hermano José María en “El cerebro de mi hermano”, por la descripción de los síntomas —pérdida progresiva de la memoria, dificultades en el habla y la movilidad, cambios de personalidad— podemos deducir que se trata de una forma de demencia, posiblemente Alzheimer.
En cuanto al tiempo que tardó en escribir la obra, no hay información precisa disponible. Sin embargo, considerando que José María, filósofo. Escritor, traductor y diplomático, falleció en 2013 y el libro se publicó ese mismo año, es probable que Pérez Gay lo escribiera en un periodo relativamente breve, quizás durante el transcurso de la enfermedad de su hermano o poco después de su muerte. La intensidad emocional del texto sugiere una escritura cercana a los acontecimientos, casi como una forma de catarsis y de homenaje a José María, su gran amigo literario.
La trama, si es que podemos hablar de una trama lineal en un libro que se asemeja más a un caleidoscopio emocional, se centra en la evolución del padecimiento de José María, desde los primeros síntomas hasta el inevitable desenlace. Sin embargo, “El cerebro de mi hermano” trasciende el relato clínico para convertirse en una profunda reflexión sobre la fragilidad de la vida, la fuerza de los lazos familiares y el poder redentor de la literatura.
Pérez Gay utiliza la autoficción a través de la cual expone sus miedos, sus dudas y su dolor con una honestidad brutal. La voz narrativa, íntima y confesional, nos permite acceder al torbellino emocional que experimenta el autor, creando una conexión profunda con el lector.
La enfermedad del hermano se convierte en un personaje más, una presencia ominosa que va invadiendo cada espacio, cada conversación, cada recuerdo. Pérez Gay no se limita a describir los síntomas físicos, sino que explora con sensibilidad las consecuencias psicológicas de la enfermedad, tanto en el paciente como en su entorno. Asistimos a la paulatina desintegración de la identidad de José María, a la pérdida de sus facultades y a la angustia de una mente atrapada en un cuerpo que ya no le responde.
El análisis psicológico que realiza el autor, tanto de sí mismo como de su hermano, es uno de los puntos fuertes del libro. Pérez Gay no rehúye la complejidad de las emociones, explorando la ambivalencia de sus sentimientos hacia José María, la mezcla de amor, admiración, frustración y culpa. La prosa de Pérez Gay, siempre precisa, siempre elegante, adquiere en esta obra una nueva dimensión, una profundidad que se clava en el alma del lector. Cada frase es un dardo certero, una pincelada que dibuja el desgarrador paisaje del deterioro físico y mental, la angustia de la despedida, la lucha contra lo inevitable.
Pero “El cerebro de mi hermano” no es solo un réquiem por un ser querido. Es también una celebración de la vida, un canto a la fraternidad, una oda a la memoria. Pérez Gay, con la maestría de un orfebre, teje un tapiz de recuerdos, anécdotas e impresiones que nos revelan la complejidad de la relación con su hermano, esa mezcla de amor, admiración, rivalidad y complicidad que solo se da entre dos almas que han compartido una historia común.
Y es que, mis queridos lectores, ¿quién de nosotros no se ha enfrentado al dolor de la pérdida, a la impotencia ante la enfermedad de un ser querido? Pérez Gay, con su valentía y su sensibilidad, nos invita a mirar de frente a nuestros propios demonios, a confrontar nuestras fragilidades, a aceptar la finitud de la existencia.
Rafael Pérez Gay es uno de los escritores más destacados de la literatura mexicana contemporánea. Su obra, que abarca la novela, el ensayo, la crónica y la poesía, se caracteriza por su profundidad psicológica, su sensibilidad y su compromiso con la realidad.
Aunque es conocido por su discreción, se dice que Pérez Gay es un apasionado del cine clásico y un coleccionista de primeras ediciones de libros antiguos. Entre sus galardones, destacan el Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez (2001) y el Premio Mazatlán de Literatura (2011).
“El cerebro de mi hermano” es una obra maestra de la introspección, un testimonio conmovedor que nos recuerda la importancia de amar, de vivir cada instante con intensidad, de atesorar los recuerdos como el más preciado de los tesoros. Una lectura imprescindible, que nos deja el corazón encogido y el alma llena de luz.
¡Hasta la próxima, mis queridos lectores!