Consumo de tabaco en jóvenes: un desafío para la salud pública

Consumo de tabaco en jóvenes: un desafío para la salud pública
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El tabaquismo entre adolescentes y jóvenes es un problema de salud pública preocupante. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de este es la principal causa evitable de enfermedad, discapacidad y muerte en todo el mundo. Además, su consumo en edades tempranas puede tener consecuencias graves para la salud a largo plazo.

Existen múltiples factores que pueden influir en el inicio del consumo de tabaco en adolescentes y jóvenes, como la presión social, la curiosidad, la falta de información sobre los riesgos y la publicidad engañosa de la industria tabacalera. La adolescencia es una etapa crítica para el inicio y establecimiento del consumo. De hecho, casi el 90% de los adultos que fuman cigarrillos diariamente lo intentaron por primera vez a los 18 años, y el 99% lo hizo antes de los 26 años.

El consumo de nicotina entre los jóvenes aumenta significativamente el riesgo de adicción al tabaco de por vida, y también puede aumentar el riesgo de adicción futura a otras drogas. En agosto de 2016, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos finalizó una regla que amplía su autoridad reguladora a todos estos productos, incluidos los cigarrillos electrónicos, los puros y el tabaco para pipa y narguile. Esta medida busca proteger la salud pública y prevenir el consumo entre los jóvenes.

En los Estados Unidos, cada día más de 1.600 adolescentes prueban su primer cigarrillo y cerca de 200 jóvenes comienzan a fumar diariamente. Los productos de tabaco con sabor pueden resultar más atractivos para los jóvenes, lo que representa un riesgo añadido. En 2021, el 80,2% de los estudiantes de secundaria y el 74,6% de los estudiantes de primaria que consumieron productos de tabaco informaron haber utilizado productos con sabor. Asimismo, en 2022, el 85,5% de los estudiantes de secundaria y el 81,5% de los estudiantes de primaria que consumieron cigarrillos electrónicos informaron haber utilizado cigarrillos electrónicos con sabor.

Los cigarrillos electrónicos, también conocidos como vaporizadores o sistemas electrónicos de suministro de nicotina (ENDS), son dispositivos alimentados por baterías que convierten un líquido conocido como “e-líquido” en un aerosol. El e-líquido utilizado suele contener nicotina, saborizantes, glicerina vegetal, propilenglicol y otros productos químicos. Además de la nicotina, el aerosol de los cigarrillos electrónicos puede contener metales pesados, compuestos orgánicos volátiles y partículas finas y ultrafinas que tanto los usuarios como los transeúntes pueden inhalar profundamente en los pulmones.

Desde 2014, los cigarrillos electrónicos han sido el producto más utilizado entre los jóvenes. En 2018, Jerome Adams Adams (se desempeñó como el vigésimo cirujano general de los Estados Unidos desde el 5 de septiembre de 2017 hasta el 20 de enero 2021. Antes de convertirse en Cirujano General, se desempeñó como comisionado de salud del estado de Indiana, de 2014 a 2017), emitió una advertencia en la que calificaba su uso como una epidemia. Estos datos son preocupantes, ya que el consumo de tabaco durante la adolescencia puede tener efectos graves y duraderos en la salud, incluyendo el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como el cáncer y enfermedades cardiovasculares en la edad adulta.

La prevalencia del consumo de cigarrillos entre adolescentes alcanzó su punto máximo alrededor de 1996/1997, pero ha ido disminuyendo desde entonces. No obstante, una proporción significativa utiliza otros productos, entre los que se incluyen cigarrillos electrónicos, puros, tabaco sin humo y narguile. Según los datos de la Encuesta Nacional sobre el Tabaco en Jóvenes (NYTS) de 2020, el 16,2 % de los estudiantes de secundaria y preparatoria informaron que usaban actualmente un producto de tabaco.

Factores asociados al consumo de tabaco:

Hay muchos factores asociados con el consumo de tabaco entre los jóvenes, incluidas las influencias sociales, ambientales, cognitivas y genéticas. Es más probable que utilicen estos productos si ven que otras personas de su edad los usan. Asimismo, la probabilidad aumenta si uno de sus padres también lo consume.

Debido a los factores genéticos, los jóvenes pueden ser más sensibles a la nicotina y sentirse dependientes de ella antes que los adultos. Estos agentes, también pueden hacer que sea más difícil para ellos dejar de fumar.

La salud mental influye, en la medida que existe una fuerte relación entre el tabaquismo juvenil y la depresión, la ansiedad y el estrés. Así como el nivel socioeconómico más bajo, la falta de habilidades para decir “no” al uso de productos, la falta de apoyo o participación de los padres, la accesibilidad, disponibilidad y precio de los productos, el bajo rendimiento escolar, la baja autoimagen o autoestima, y la exposición a la publicidad de productos de tabaco en tiendas, televisión, Internet, películas, revistas y periódicos son otros factores que aumentan la probabilidad de consumo.

Según la Encuesta Nacional de Tabaco de la Juventud de los Estados Unidos – EMTJ (GYTS, Global Youth Tobacco Survey), en 2020, más de 3,6 millones de jóvenes en ese país, incluyendo casi el 20% de los estudiantes de secundaria y el 5% de los estudiantes de primaria, eran usuarios actuales de cigarrillos electrónicos. En un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la prevalencia del consumo de tabaco en adolescentes varía en América Latina y el Caribe, con tasas más bajas en países como Barbados y Ecuador, y tasas más altas en países como Chile.

Según el Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas en Colombia, la prevalencia de tabaquismo en jóvenes de 12 a 17 años ha disminuido en los últimos años, pasando del 12,9% en 2013 al 9,7% en 2019. Aunque la tasa ha disminuido, el consumo de tabaco sigue siendo un problema de salud pública en el país.

Enfermedades y Riesgos asociadas al tabaquismo:

El consumo de tabaco durante la adolescencia puede tener efectos graves y duraderos en la salud, incluyendo el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas en la edad adulta.

Los fumadores presentan una mayor propensión a padecer enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y cáncer de pulmón en comparación con los no fumadores. Este hábito aumenta el riesgo de enfermedad coronaria de 2 a 4 veces y el riesgo de cáncer de pulmón en hombres y mujeres en 25 y 25,7 veces, respectivamente. 

El tabaco produce daños en los vasos sanguíneos, los cuales pueden engrosarse y estrecharse. Este efecto provoca un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial. Además, puede causar la formación de coágulos sanguíneos. Un accidente cerebrovascular se produce cuando un bloqueo del flujo sanguíneo a una parte del cerebro, ya sea por la formación de un coágulo o por la rotura de un vaso sanguíneo en el cerebro o en sus alrededores. Asimismo, los bloqueos provocados por el consumo de tabaco también pueden disminuir el flujo de sangre a las piernas y la piel.

El consumo de tabaco se asocia con un mayor riesgo de padecer cáncer en diversas partes del cuerpo, entre ellas la vejiga, la sangre (leucemia mieloide aguda), el cuello uterino, el colon y recto (colorrectal), el esófago, el riñón y uréter, la laringe, el hígado, la orofaringe (que incluye partes de la garganta, la lengua, el paladar blando y las amígdalas), el páncreas, el estómago, y la tráquea, bronquios y pulmón. Además, este consumo aumenta el riesgo de mortalidad por cáncer y otras enfermedades en pacientes y sobrevivientes de este. 

Entre las enfermedades pulmonares relacionadas con el tabaquismo se encuentran la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), enfisema y bronquitis crónica. En el caso de personas con asma, la exposición al humo del tabaco puede desencadenar un ataque o empeorar la condición. En cuanto a la mortalidad, los fumadores tienen entre 12 y 13 veces más probabilidades de morir por EPOC en comparación con los no fumadores.

Prevención

Anualmente, se registran más de 8 millones de muertes relacionadas con el tabaquismo, siendo más de 7 millones de estas atribuibles al consumo directo y alrededor de 1,2 millones a la exposición al humo ajeno. Es importante destacar que más del 80% de los consumidores de tabaco a nivel mundial viven en países de ingresos medianos o bajos. 

Algunas medidas preventivas incluyen la educación sobre los riesgos del tabaco, la regulación de la publicidad, el aumento de los impuestos y la implementación de políticas de espacios libres de humo. Además, es importante fomentar estilos de vida saludables y promover actividades alternativas atractivas para los jóvenes, como el deporte y la cultura.

Dejar de fumar es la mejor manera de reducir el riesgo de desarrollar estas enfermedades y mejorar la salud en general. En el 2003, los Estados Miembros de la Organización Mundial de la Salud adoptaron el Convenio Marco de la OMS para el Control del Tabaco (CMCT de la OMS), tratado que ha sido ratificado por 182 países. Este entró en vigor el 27 de febrero de 2005 y proporciona un conjunto completo de medidas para reducir su consumo y proteger a las personas de la exposición al humo. Estas medidas incluyen aumentos de precios e impuestos, políticas libres de humo, advertencias sanitarias en los envases, prohibiciones de publicidad y promoción, y apoyo para el cese del consumo de tabaco.

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