En 2023, un total de 4,8 millones de niños menores de cinco años fallecieron en todo el mundo, una cifra que, aunque sigue siendo alarmante, representa una reducción significativa de la mortalidad infantil en comparación con décadas pasadas. Las muertes fetales tardías, es decir, aquellas que ocurren después de la semana 28 de gestación, también disminuyeron modestamente, aunque aún rondan los 1,9 millones anuales.
Estas cifras, presentadas en los nuevos informes del Grupo Interagencial de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad Infantil, reflejan tanto los logros alcanzados como los desafíos pendientes en la lucha por la supervivencia infantil.
Catherine Russell, Directora Ejecutiva de UNICEF, destacó que la reducción de la mortalidad infantil ha sido posible gracias a décadas de esfuerzos coordinados: “Millones de niños están vivos hoy gracias a los avances en vacunación, nutrición y acceso a agua potable. Pero si no aseguramos financiamiento sostenido, podríamos perder estos logros y permitir que millones de niños mueran por causas prevenibles”. La funcionaria enfatizó la urgencia de mantener y fortalecer los programas de salud infantil en todo el mundo.
A pesar de los avances, la ayuda internacional para la salud infantil enfrenta serios desafíos debido a la reducción del financiamiento por parte de varios países donantes. Estos recortes podrían provocar escasez de personal médico, el cierre de clínicas y hospitales, interrupciones en campañas de vacunación y desabastecimiento de medicamentos esenciales. Además, podrían afectar a regiones que ya enfrentan crisis humanitarias, altos niveles de endeudamiento y precariedad en sus sistemas de salud, lo que agravaría aún más la mortalidad infantil.
Las cifras del informe reflejan que casi la mitad de las muertes infantiles ocurren en el primer mes de vida, principalmente debido a complicaciones en el parto y nacimientos prematuros. Después de esta etapa, enfermedades infecciosas como la neumonía, la diarrea y la malaria siguen siendo las principales causas de muerte en menores de cinco años, a pesar de ser prevenibles con tratamientos médicos accesibles. En cuanto a las muertes fetales tardías, el 45 % ocurre durante el parto, con causas comunes como infecciones maternas, trabajo de parto prolongado y falta de intervención médica adecuada.
Expertos en salud pública coinciden en que la mejora en la calidad y cobertura de la atención médica es esencial para reducir la mortalidad infantil. Esto incluye fortalecer los servicios de atención prenatal y posnatal, garantizar partos seguros con personal capacitado, ampliar las campañas de vacunación, fortalecer los programas de nutrición y mejorar el acceso a tratamientos para enfermedades infantiles comunes. Sin estos esfuerzos, la mortalidad infantil podría aumentar nuevamente, especialmente en las regiones más vulnerables.
País de nacimiento, factor determinante en la mortalidad infantil
El informe resalta que el país de nacimiento de un niño sigue siendo un factor determinante en sus probabilidades de sobrevivir. Un niño nacido en el África subsahariana tiene 18 veces más probabilidades de morir antes de los cinco años que un niño nacido en Australia o Nueva Zelanda. Incluso dentro de un mismo país, las desigualdades socioeconómicas afectan la supervivencia infantil, ya que los niños de familias en situación de pobreza, aquellos que viven en zonas rurales y los que tienen madres con bajo nivel educativo enfrentan un riesgo significativamente mayor.
Juan Pablo Uribe, Director Global de Salud del Banco Mundial, resaltó que reducir la mortalidad infantil no solo salva vidas, sino que también tiene un impacto positivo en el desarrollo económico y social de los países. “Invertir en la salud infantil significa mejorar la calidad de vida de las generaciones futuras. Con las políticas adecuadas, podemos reducir la mortalidad infantil y, al mismo tiempo, fortalecer las economías de los países en desarrollo”, afirmó.
El Grupo Interagencial de la ONU ha instado a los gobiernos, organizaciones internacionales y al sector privado a proteger los avances alcanzados en la supervivencia infantil y a redoblar esfuerzos en la lucha contra la mortalidad infantil. Aumentar la inversión en salud materno-infantil, mejorar la integración de servicios médicos y fomentar la innovación en el acceso a la atención sanitaria son algunas de las estrategias clave que podrían salvar millones de vidas en las próximas décadas.