La deuda externa está ahogando a los países en desarrollo y limitando su capacidad de crecimiento, afirmó la secretaria general de la UNCTAD, Rebeca Grynspan, durante la 14ª Conferencia sobre Gestión de Deuda. Según la funcionaria, muchas naciones se ven obligadas a destinar una gran parte de sus recursos al pago de compromisos financieros, descuidando así sus programas de desarrollo.
En este contexto, Grynspan insistió en que la buena gestión de las acreencias no solo debe basarse en el control del gasto, sino en la transparencia, la lucha contra la corrupción y una asignación eficiente de recursos para garantizar que el endeudamiento no se convierta en un freno para el crecimiento.
Asimismo, advirtió que la arquitectura financiera actual impone costos de capital elevados a los países con economías vulnerables, limitando su acceso a inversiones estratégicas. La falta de un sistema financiero global que proporcione recursos accesibles y a largo plazo, sumada a la ausencia de una red de protección frente a crisis externas, agrava la situación.
Altos niveles de deuda obligan a los países a reducir inversiones con impacto directo a la población
Más de 3.300 millones de personas viven en países donde el pago de la deuda supera la inversión en salud y educación, según la UNCTAD. Además, los intereses de la deuda en los países en desarrollo superan las inversiones en cambio climático, lo que agrava aún más su situación económica y social. En 2023, estos países destinaron en promedio el 16% de sus ingresos de exportación solo al pago de la deuda.
Por otra parte, el 66% de la deuda de los países en desarrollo está en manos de acreedores privados, quienes tienen incentivos distintos a los de organismos multilaterales y los acreedores bilaterales tradicionales. Esto ha llevado a que algunos fondos privados se conviertan en los principales acreedores, con una gran influencia sobre las decisiones financieras de las naciones endeudadas.
El problema radica en que no existen mecanismos que permitan a los países suspender sus pagos mientras negocian nuevas condiciones. Esto significa que, para evitar el impago de sus compromisos financieros, muchos gobiernos deben recortar inversiones en salud, educación e infraestructura.
“No hay moratorias de deuda, pero sí de desarrollo”, señaló la secretaria general de la UNCTAD, Rebeca Grynspan. A pesar de las propuestas de reformas, como la suspensión temporal de intereses durante las renegociaciones, estas medidas aún no han sido adoptadas. En este contexto, el FMI enfrenta la presión de revisar el sistema de deuda global para reducir las desigualdades y evitar que la crisis se profundice.
“Detrás de nosotros yace un sistema que necesita reformas; frente a nosotros, la oportunidad de construir un sistema que beneficie a las personas y a la estabilidad, no a la especulación; al desarrollo a largo plazo, no a impagos recurrentes”, enfatizó la responsable de la UNCTAD.