Reclamo mi derecho a la tristeza: Confieso que odio el SARS-COVID19!!

Pero esos colegas, que están ahí de frente, y siguen sin importar nada, me han hecho recobrar la fe en la medicina y en la humanidad...
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La Doctora Virginia Abello Polo es Hematóloga y actual Presidente de la ACHO, y una columnista invitada permanente en CONSULTORSALUD.

“Pensemos en todo lo bueno que tenemos”, “Somos afortunados en medio de todo”, “somos fuertes y  valientes”, “vamos a salir adelante”, “no hay mal que por bien no venga, algo bueno saldrá de todo esto”, “hay que ser positivos”.

Llevo casi tres semanas oyendo, repitiendo, leyendo estas frases cada vez que me comunicó con algún colega, cuando me cruzo con ellos en el corredor y no puedo darles un abrazo. Tengo que admitirlo, entiendo las buenas intenciones detrás de cada una de  esas palabras, también con buena intención las repito, pero no me alivian y no creo que alivien a mis amigos, mis colegas, las enfermeras y a todo el personal paramédico que está afrontando lo que nos está pasando.

La realidad es que todos estamos asustados, frustrados y tristes. No soy experta en nada, ni en SARSCOVID-19 ni en psicología, escasamente se de hematología y trasplante, sin embargo, sé que es una época terrible para nosotros desde el punto de vista emocional y sus consecuencias las seguiremos viviendo por años, empecé a escribir este texto en mayo y nunca encontré la inspiración para completarlo dando una voz de aliento.

Ya estamos en agosto, solo en Colombia han muerto 19000 seres humanos, se han infectado 600000, hace rato ya nadie se preocupa por ver las cifras (incluida yo que para escribir esto tuve que revisar), estamos en negación colectiva, todos los días mueren dos o tres médicos, amigos, colegas hijos, hermanos y padres de alguien, ya a nadie parece importarle, ni nosotros mismo somos capaces de contarlos todos.

Esto parece una pesadilla, ya nadie se preocupa en decir palabras de aliento, se acabaron hace rato. Me despierto asustada todos los días, no puedo ni pensar en que muera un compañero o amigo; pero lo más triste es la indiferencia. Empezamos siendo héroes, sin embargo, de las palabras, ni el gobierno ni nadie nunca pasó.

No cambiaron las condiciones laborales, no llegaron los supuestos incentivos, a nadie contrataron directo en ningún hospital, nada, no pasó nada, seguimos como siempre impávidos ante los acontecimientos, las sociedades científicas y los gremios se pronuncian, nos rasgamos las vestiduras, al final a nadie en realidad le importa, Colombia sigue siendo un territorio de infinitas inequidades, trabajo en Bogotá donde nada me falta, pero sé que en la costa, por mencionar solo alguna región, hay médicos internistas que trabajan por menos de lo que gana una secretaria en Bogotá y aún así le deben seis meses de suelto.

Este es el único país del mundo donde a nadie le duele pagarle a un gerente, una secretaria o los responsables del aseo de un hospital, pero el sueldo de los médicos se piensa mil veces, ni el COVID-19 ni nada a cambiado eso. Los políticos mientras tanto usando la pandemia para pre-campaña, nunca les han importado los campesinos, los líderes, los niños reclutados, nadie sino ellos mismos.

La gente, y no solo en Colombia, preocupada porque le molesta usar máscara, porque no pueden salir, porque abran los bares y los restaurantes, la muerte de médicos y personal paramédico se vuelve parte del paisaje, como se vuelven todos los muertos en las guerras, para que la gente pueda seguir viviendo. Me recuerda mucho a este poema que leí alguna vez:

“Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada,

porque yo no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada,

porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada,

porque yo no era judío.

Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.”

Martin Niemöller (1892-1984)

Que ha quedado de bueno: La exaltación a la amistad, como nunca le digo a mis amigos todos los días cuanto los quiero, e intento demostrarlo, no solo con palabras sino con mis actos, “cuídate mucho y te quiero “ se volvieron palabras rutinarias como debieron ser siempre.

Ver a la muerte acercarse peligrosamente, hace que piense cada palabra, por ningún motivo quiero que mi última palabra a nadie sea desobligante, y no es que sea fatalista, en realidad no pienso que mi propia muerte sea más factible que la de nadie, simplemente el COVID-19 me ha hecho la muerte un hecho real. No soy perfecta desde luego, sigo teniendo salidas en falso, hablando sin pensar, pero me esfuerzo por remediarlo de alguna forma.

Gente que hace tiempo no veo, pero que llevo en el corazón que reaparece. Colegas no tan cercanos antes, ahora siempre amables, nos vemos a los ojos cuando nos cruzamos en los corredores, hemos aprendido a hablar con los ojos, ya que tenemos siempre la cara cubierta, parecemos decirnos “ojalá no seas tú el próximo, por favor cuídate mucho”.

No creo que ninguno estuviera preparado para algo así. Yo no soy de primera línea y puedo escapar a los pacientes con COVID-19, no voy a la UCI a menos que sea indispensable, no voy al piso COVID, contesto a distancias las interconsultas y llamo al paciente por teléfono, me siento cobarde muchas veces, pero la lógica me dice que no tiene sentido exponerme.

Pero esos colegas, que están ahí de frente, y siguen sin importar nada, me han hecho recobrar la fe en la medicina y en la humanidad. Parece una frase banal pero es cierta, somos muchos más los buenos, claro que hay mercaderes de la medicina, pero los de verdad, los de la vocación somos muchos más, el COVID-19 me devolvió el amor profundo a esto que considero mi vocación, el orgullo inmenso de ser médico y el amor a mis colegas-hermanos que comparten conmigo este amor.

Todo eso, no depende del Ministro, el Presidente o cualquier político de turno, hay un ejercito completo de médicos, enfermeras, camilleros, terapistas, etc, que van a su trabajo todos los días y dan lo mejor de si a sus pacientes, me siento inmensamente orgullosa de ser parte de eso, de poderlos ver en acción y sentirlos mis hermanos.

Así qué bueno, al final no todo es tan malo. Sin embargo, sigo odiando el COVID-19!

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