El corazón contra el cronómetro: Protocolos médicos para la seguridad cardiovascular en competencias de resistencia

La seguridad en competencias de resistencia exige protocolos médicos, prevención y corresponsabilidad de atletas y organizadores.
El corazón contra el cronómetro Protocolos médicos para la seguridad cardiovascular en competencias de resistencia

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La muerte súbita en atletas, aunque estadísticamente poco frecuente, tiene un impacto emocional y mediático que trasciende lo deportivo. Se estima que su incidencia oscila entre 1 caso por cada 50.000 y 1 por cada 80.000 competidores de nivel escolar y universitario. Sin embargo, en eventos masivos donde participan miles de corredores o nadadores con diferentes niveles de preparación, edad y condiciones de salud, el riesgo cardiovascular puede aumentar de forma significativa, sobre todo en personas mayores de 35 años, población en la que la prevalencia de enfermedad coronaria es más elevada.

La práctica regular de ejercicio está asociada a una reducción sustancial del riesgo cardiovascular. De hecho, la Organización Mundial de la Salud recomienda que los adultos entre 18 y 64 años acumulen entre 150 y 300 minutos semanales de actividad aeróbica moderada, o entre 75 y 150 minutos de actividad vigorosa, lo que puede disminuir la mortalidad cardiovascular en un 20 a 30%. Sin embargo, someter al organismo a pruebas de resistencia extremas, como una media maratón o competencias de aguas abiertas, no depende únicamente de la motivación personal o del entusiasmo que generan las redes sociales; requiere preparación integral y protocolos médicos que respalden la seguridad de los participantes.

La American Heart Association propone un enfoque de evaluación médica previa que combina anamnesis y examen físico con 14 criterios clínicos fundamentales. El uso de electrocardiogramas o ecocardiogramas se reserva únicamente para quienes presenten síntomas sugestivos o antecedentes familiares de muerte súbita o con el fin de mantener un equilibrio entre la detección temprana de patologías y la eficiencia en el uso de recursos, evitando diagnósticos erróneos o innecesarios. Este enfoque cobra relevancia al momento de garantizar la participación segura en competencias de gran magnitud.

En este sentido, la exigencia de un certificado médico de aptitud, expedido en el último año por un especialista en medicina del deporte o cardiología deportiva, debería consolidarse como requisito indispensable. Dicho aval tendría que incluir interrogatorio clínico, examen físico y, en caso de ser necesario, pruebas complementarias. Sin este filtro, la entrega del dorsal no debería producirse.

La responsabilidad de la seguridad no recae únicamente en los organizadores. Los atletas también tienen un compromiso ineludible con la transparencia y el autocuidado. Informar de manera veraz síntomas como palpitaciones, mareos, fatiga inusual o dolor torácico es un deber ético que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Ocultar estos signos para no perder la oportunidad de competir equivale a arriesgar la salud en favor de un resultado deportivo. A esto se suma el reto de la altitud: correr en ciudades como Bogotá, situadas a más de 2.600 metros sobre el nivel del mar, puede incrementar la carga cardíaca en un 20% por la menor presión parcial de oxígeno, lo que exige aclimatación de al menos 48 a 72 horas, además de un plan específico de hidratación y nutrición. Las organizaciones de eventos deportivos juegan un papel decisivo.

Contar con ambulancias medicalizadas equipadas con desfibriladores semiautomáticos cada 2 o 3 kilómetros, disponer de personal entrenado en soporte vital avanzado y establecer rutas de evacuación claras no debería ser opcional, sino parte de un estándar mínimo de seguridad. La evidencia es contundente: la desfibrilación precoz puede triplicar las probabilidades de supervivencia frente a una fibrilación ventricular, mientras que cada minuto de retraso disminuye entre un 7 y un 10% la posibilidad de éxito.

La implementación de charlas obligatorias de primeros auxilios y simulacros prácticos dirigidos a atletas, voluntarios y espectadores puede además reforzar la cultura de corresponsabilidad en la prevención y atención de emergencias. El deporte de resistencia no puede seguir concibiéndose como un acto heroico desligado de la prudencia.

Más allá del cronómetro y la marca personal, debe entenderse como una disciplina que combina esfuerzo físico, preparación técnica y respeto por los límites del cuerpo. Cruzar la meta con salud debe ser visto como la mayor victoria posible. Solo la implementación de protocolos claros, basados en la evidencia científica y respaldados por la medicina del deporte permitirá que la pasión por competir se transforme en una práctica segura y sostenible, garantizando que cada latido siga siendo sinónimo de vida.

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