La salud mental se ha consolidado como el eje estructural de la nueva Política Nacional de Drogas “Sembrando vida, desterramos el narcotráfico”, adoptada por el departamento del Atlántico. Bajo un enfoque de salud pública, derechos humanos y sostenibilidad ambiental, la estrategia nacional redefine la lucha contra las drogas, priorizando el bienestar emocional, la prevención del consumo y la reconstrucción del tejido social.
En este marco, la Gobernación del Atlántico lidera un modelo territorial que articula la atención en salud mental con la gestión integral del riesgo asociado a las sustancias psicoactivas (SPA). Desde la Secretaría de Salud, el departamento ha alcanzado un cumplimiento del 100% en la asistencia técnica a los 22 municipios para la creación de sus comités de drogas, garantizando la adopción descentralizada de la política pública.
Este trabajo interinstitucional, liderado por el Consejo Seccional de Estupefacientes del Atlántico, busca reemplazar la visión punitiva por una mirada centrada en la vida, la educación y la convivencia. La salud mental deja de ser un componente aislado para convertirse en el pilar articulador de las acciones preventivas, educativas y comunitarias que impulsan la transformación social del territorio.
Avances del Atlántico en la implementación de la nueva política de drogas
El Atlántico ha sido uno de los primeros departamentos en operacionalizar la Política Nacional de Drogas, articulando las Secretarías de Salud, Interior y Educación con entidades nacionales como el Ministerio de Justicia y del Derecho, el ICBF, Medicina Legal, la Policía Nacional y la CRA. Esta red intersectorial fortalece la gobernanza local y permite que cada municipio diseñe estrategias propias de prevención y atención, adaptadas a sus realidades comunitarias.
La asistencia técnica brindada por la Secretaría de Salud ha permitido consolidar una estructura operativa local que vincula el componente de salud mental con los programas de prevención del consumo. En este proceso, los comités municipales de drogas se convierten en espacios de planificación, monitoreo y evaluación, donde confluyen las instituciones educativas, los servicios de salud y la sociedad civil.
La coordinadora de Salud Mental del Atlántico, María Elena Menco, explicó que el objetivo es “avanzar con una mirada integral que pone la vida y la salud en el centro, especialmente en la población joven”. Esta articulación territorial permite que la salud mental sea un factor clave para reducir la vulnerabilidad social, fortalecer la convivencia y proteger a las nuevas generaciones del impacto del narcotráfico.
Programas y resultados: prevención desde la infancia y la escuela
Como parte de este enfoque, la Secretaría de Salud lidera la implementación de programas como “Habilidades para la Vida”, ZOE y Familias Fuertes, enfocados en niños, adolescentes y sus familias. Estas iniciativas promueven la educación emocional, la comunicación familiar y la toma de decisiones saludables, reforzando los factores protectores frente al consumo y la violencia.
Durante el primer semestre de 2025, la línea de atención “Habla y Te Sanas” brindó acompañamiento psicológico a 1.035 usuarios. De ellos, el 87,8% presentó conductas relacionadas con autoagresión, principalmente en jóvenes entre 14 y 25 años, con mayor concentración en Soledad y Barranquilla, que suman el 48 % de las atenciones. Además, el 41,8% de los usuarios pertenece a la población educativa, lo que evidencia la urgencia de fortalecer las capacidades docentes para detectar señales tempranas de riesgo.
Menco advirtió que “la escuela debe ser el primer entorno protector”, una afirmación que respalda la decisión del Consejo Seccional de Estupefacientes de promover la actualización de los manuales de convivencia escolar. Estas actualizaciones buscan regular el uso de vapeadores, reforzar la educación sobre consumo responsable y priorizar la salud mental como parte del bienestar estudiantil.
¿Cómo se integra la salud mental con la convivencia y la participación ciudadana?
La salud mental, entendida desde un enfoque comunitario, también orienta las estrategias de convivencia impulsadas por la Secretaría del Interior del Atlántico. Por ejemplo, actividades como el “Desafío de las Emociones” y el “Vibra Run” combinan deporte, bienestar y salud emocional, fortaleciendo los lazos sociales y promoviendo estilos de vida saludables.
Estas iniciativas, integradas a las acciones de prevención del consumo, demuestran cómo el cuidado de la salud mental se traduce en mayor cohesión social y reducción de la violencia. En lugar de criminalizar el consumo, se promueven procesos de acompañamiento y educación que reconstruyen el sentido de comunidad.
El trabajo articulado con entidades como el ICBF, la Fiscalía CTI, la Policía Nacional y Medicina Legal refuerza la capacidad institucional para atender integralmente a las personas y comunidades afectadas. Así, el Atlántico consolida una red territorial de apoyo psicosocial que trasciende el ámbito clínico y se proyecta hacia el desarrollo humano y la sostenibilidad social.
Impacto en la salud pública y proyección del modelo del Atlántico
El modelo implementado en el Atlántico marca una diferencia sustancial en la gestión pública de la salud mental y el consumo de sustancias. Al integrar la prevención, la atención y la participación comunitaria, la Gobernación establece un ecosistema de salud pública que reduce la estigmatización y favorece la inclusión social.
Desde una perspectiva técnica, este enfoque contribuye a disminuir la carga sobre los servicios hospitalarios, fortalecer la atención primaria y mejorar los indicadores de bienestar emocional en la población joven. Además, impulsa una visión sostenible de la política de drogas, en la que la restauración ambiental, la educación y la salud mental se conectan como motores del desarrollo local.
En el mediano plazo, se espera que el Atlántico se consolide como referente nacional en políticas públicas de salud mental, gracias a su capacidad para articular sectores, movilizar recursos y generar impactos medibles en prevención, convivencia y desarrollo humano.
Salud mental como fundamento de la transformación social
La experiencia del Atlántico demuestra que la salud mental puede ser el punto de partida para transformar la política de drogas y la gestión social del territorio. Su inclusión como eje transversal fortalece la prevención, promueve la resiliencia y restablece el valor de la vida como principio de acción pública.
El compromiso institucional con la asistencia técnica, la educación emocional y la participación comunitaria sienta las bases para un modelo replicable en otras regiones del país. En palabras de María Elena Menco, “este plan nos permite avanzar con una mirada integral que pone la vida y la salud en el centro”.
Así, la salud mental deja de ser un tema complementario y se convierte en el fundamento ético, técnico y humano de la política pública en el Atlántico.
