En el marco del Día Internacional de Investigación contra el Cáncer, en México, los avances en el tratamiento del cáncer pediátrico han mejorado significativamente las tasas de supervivencia. Sin embargo, el creciente número de niños que sobreviven a la enfermedad enfrenta nuevos desafíos: los eventos adversos tardíos. Estos efectos secundarios, relacionados con los tratamientos oncológicos, como la quimioterapia, la radioterapia y la cirugía, pueden manifestarse años después de la remisión del cáncer. Un estudio reciente revela que, en la población pediátrica sobreviviente de cáncer en México, la frecuencia de aparición de estos eventos es del 11%.
Un panorama preocupante: eventos adversos en aumento
De acuerdo con el estudio transversal realizado en el Hospital Infantil de México Federico Gómez (HIMFG), los eventos adversos tardíos en los pacientes pediátricos están principalmente relacionados con disfunciones en los sistemas endocrino, neurológico, auditivo y renal. La obesidad es el evento adverso más común, representando el 45.5% de los casos. Además, los eventos tardíos moderados (grado 2) fueron los más frecuentes, aunque no se registraron eventos de máxima gravedad, como la muerte relacionada.
La quimioterapia fue el tratamiento principal en el 41.5% de los casos, mientras que el 19.5% de los pacientes recibió quimioterapia y radioterapia combinadas. Este esquema de tratamiento fue identificado como un factor de riesgo para el desarrollo de eventos adversos tardíos, con un odds ratio (OR) de 4.07. Esto significa que los pacientes tratados con este esquema tienen más de cuatro veces más probabilidad de desarrollar estos efectos tardíos que aquellos tratados exclusivamente con quimioterapia.
Subnotificación: un problema crítico
Uno de los mayores problemas en el abordaje de los eventos adversos tardíos es la subnotificación. Como explica la Dra. Jessica Liliana Vargas Neri, autora principal del estudio, en México existe una tendencia a normalizar algunos efectos adversos como parte del tratamiento, lo que lleva a que no sean reportados adecuadamente. “Por ejemplo, si un paciente vomita después de la quimioterapia, se considera un efecto normal, cuando en realidad es un evento adverso que debería notificarse”, menciona Vargas.
La farmacovigilancia, que debería ser un pilar en el monitoreo de los efectos adversos, prácticamente es nula cuando se trata de eventos tardíos, lo que deja a muchos sobrevivientes de cáncer sin un seguimiento adecuado. Este problema se ve agravado por la falta de recursos y la estructura del sistema de salud, que limita el seguimiento de los pacientes pediátricos a largo plazo.
¿Por qué es difícil el seguimiento de eventos tardíos en México?
El estudio, que incluyó a 82 pacientes tratados entre septiembre de 2018 y abril de 2019, reveló que el tiempo promedio de seguimiento fue de 6.5 años. Sin embargo, dar continuidad al seguimiento de estos pacientes a lo largo de los años es un reto mayúsculo. Una de las principales barreras es la transición de los pacientes pediátricos al sistema de salud para adultos. “Un paciente pediátrico prácticamente deja de serlo cuando cumple la mayoría de edad, lo que no es un problema de su enfermedad, sino del sistema”, explica la Dra. Vargas.
La fragmentación del sistema de salud en México significa que muchos pacientes, una vez que dejan de ser niños, pierden el contacto con sus médicos tratantes y dejan de ser monitoreados. Esto provoca que los eventos adversos tardíos no sean identificados a tiempo, o incluso pasen desapercibidos.
La importancia de la farmacovigilancia y la intervención multidisciplinaria
La Dra. Yaneth Martínez Tovilla, especialista en pediatría de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), subraya que la farmacovigilancia y el monitoreo de los sobrevivientes de cáncer deben ser prioritarios en el sistema de salud. “El objetivo es posicionar la necesidad de una clínica de sobrevivientes de cáncer que cuente con la infraestructura adecuada y recursos humanos especializados en diferentes áreas, como oncología, endocrinología, neurología, y más”, comenta Martínez.
El seguimiento de los pacientes no debe limitarse a la detección temprana de los efectos adversos, sino que debe incluir una intervención multidisciplinaria que aborde no solo los aspectos físicos, sino también los psicológicos y emocionales. La inclusión de paidopsiquiatras, rehabilitadores y otros especialistas es esencial para asegurar una atención integral a los sobrevivientes.
El papel crucial del profesional farmacéutico
La farmacovigilancia es una herramienta vital en la detección y notificación de eventos adversos. La Dra. Vargas insiste en que el personal farmacéutico debe ser parte de los equipos multidisciplinarios que atienden a estos pacientes. “La farmacovigilancia no solo ayuda a identificar y monitorear eventos adversos, sino también a prevenir errores de medicación y a garantizar la seguridad en la prescripción de fármacos”, menciona.
Sin embargo, Vargas admite que la prevención de eventos adversos es casi imposible. “Lo importante es reconocerlos y notificarlos a tiempo para poder abordar el problema adecuadamente. La identificación de estos eventos es clave para mejorar la seguridad de los tratamientos y para generar datos que permitan ajustar las terapias futuras”, concluye.