Los Jinetes del Oncopolipsis

"Los datos de las cohortes de cáncer en muchos aseguradores son insuficientes para generar acuerdos de voluntades que generen valor", expresa el Dr. Pino
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La semana pasada tuvimos un pequeño reencuentro en vivo con algunos colegas de la Oncología en la ciudad de Cartagena. Fue emocionante volver a conversar en persona y no a través de la pantalla digital, la cual a pesar de tener la mejor resolución posible limita la tan necesaria interacción humana.

En algunas de las conversaciones sostenidas manifestamos múltiples preocupaciones referentes a las dinámicas del cáncer en nuestra población, las cuales, si bien son crónicas, están teniendo y tendrán un impacto mayúsculo, tanto en resultados en salud como en costos derivados de la atención.

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Vale la pena resaltar que esa dinámica es multicausal y que, de hecho, si no fuera por las estrategias de mitigación adelantada por muchos de los actores del sector salud, la sostenibilidad de la operación oncológica hubiera sido nula.

Con base en lo anterior he agrupado estos factores como los 5 jinetes del oncopolipsis, ellos son:

1. La desatención generada por la pandemia, de la cual fuimos tanto víctimas como victimarios y que se ubica entre 30 – 60% para intervenciones como el tamizaje oncológico o la cirugía, y que además ha empezado a mostrar su impacto en varios frentes:

a. Aumento de diagnósticos tardíos (lo que llamamos transición de estadios),

b. El subsecuente aumento de la siniestralidad oncológica,

c. El incremento en los tiempos de intervenciones quirúrgicas oncológicas (muchas con intención curativa) en todas las regiones debido al represamiento,

d. Incremento en los tiempos de diagnóstico debido a un aumento en el número de estudios, primordialmente los de patología (y ni hablar de los de biología molecular). 

2. La disrupción de la cadena logística, especialmente el desabastecimiento de medicamentos, el cual fue de mayor impacto en el primer trimestre de 2021. La pobre disponibilidad de tratamientos -especialmente hematológicos- de difícil reemplazo como la citarabina, lo cual ha tenido diversos efectos:

a. Aumento directo en el costo, dado que debieron ajustarse esquemas de terapia como el uso de medicamentos biotecnológicos como brentuximab en linfoma de Hodgkin en primera línea -entre otros-

b. Esquemas de menor eficacia clínica (por adaptaciones obligadas) con un muy posible aumento en recaídas, especialmente en leucemias agudas y linfomas agresivos.

c. Retraso en el inicio de primeras líneas de tratamiento, con el impacto descrito en menor eficacia y mayor riesgo de recaídas.

La tracción del costo oncológico en este aspecto va a ser muy importante.

3. Transferencia de riesgo con alta siniestralidad: Dada la situación contingente del sistema se han transferido pacientes con diagnósticos oncológicos usualmente avanzados, con alto riesgo jurídico, tratamientos fuera de red y de pobre seguimiento y caracterización a las 3 EPS más grandes del país. Esto, a pesar de ser una población que teóricamente migra con un presupuesto máximo per cápita, por sus condiciones inherentes derivadas de una pobre gestión de riesgo previa, será de entrada insuficiente y coloca a sus EPS receptoras y a sus IPS tratantes ante diversos riesgos, especialmente en regiones con redes de prestación débiles. 

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4. El aumento en el uso de tecnologías no PBS, que es un efecto multicausal y que se deriva de lo antes mencionado (punto 2), pero adicionalmente debido a la presión tecnológica continua en oncología (especialmente en tumores sólidos), a la fallida interpretación de la autonomía médica (ver la Dis-autonomía Médica aquí en Consultorsalud) y soportada por las posturas dominantes de las sociedades científicas, la falta de estructuras de gobierno clínico en la mayoría de prestadores que aumenta la variabilidad y el riesgo de decisión, los oligopolios/oligopsonios regionales que imponen tarifas y generan múltiples ineficiencias y desperdicios etc.

No hay respaldo para la gestión del cáncer desde la academia, cuyas asociaciones siguen de espaldas al sector, pero de frente a posiciones populistas, con conflictos de interés en ocasiones manifiestos.

5. Finalmente, hay que mencionarlo, la debilidad de las EPS respecto a la gestión del cáncer. Esto se deriva de una sobrecarga de trabajo derivado de la pandemia, características dominantes o insuficientes de la red de prestación territorial, desconocimiento de los datos y de su arquitectura para gestionar acuerdos de pago en oncología y por supuesto los factores mencionados previamente, especialmente el de la transferencia de riesgo. 

Los datos de las cohortes de cáncer en muchos aseguradores son insuficientes para generar acuerdos de voluntades que generen valor, para una gestión basada en información y por tanto es peligrosa la surreal generación de valor en modelos agregados.

La intención de estas líneas no es la de llorar por el sol mientras la noche nos muestra las estrellas. El propósito es invitar a hacer efectivas las incontables solicitudes de trabajo colaborativo sectorial para el cáncer, enfocando las líneas de intervención de forma pragmática, efectista, integrando los elementos en donde realmente se pueda obtener un mayor impacto (y ojalá uno más rápido). Hay que trazar la línea entre la perspectiva y la posibilidad con un marcador indeleble. No más guías de práctica clínica que pocos leen, no más evaluaciones económicas unidimensionales, no más discusiones sobre lo que haríamos con mejores datos, no más ejecución de atenciones episódicas desligadas de la continuidad del cáncer.

Vale la pena mencionar además que en cáncer no hay posibilidad de lograr equilibrio económico sino apuntarle a la eficiencia en resultados en salud, a la calidad máxima y a una mejor experiencia de servicio. En el tema de costos directos e indirectos lo que lograremos será como máximo una leve disminución de la pendiente, pero esta se derivará más de acuerdos de negociación de tecnologías que a la tradicional contención irracional de costos. De no lograrlo, todos estaremos destinados al fracaso.

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